“Siempre estuve convencido de que compraba un Murillo»
Joaquín Caler es un párroco granadino y amante del arte que acaba de convertirse en el flamante propietario de una valiosa pintura atribuida al maestro del barroco Bartolomé Esteban Murillo
A pesar de su juventud, Don Joaquín, lleva más de dos décadas dedicándose al sacerdocio. Quienes le conocen dicen que es un hombre sencillo, amable y que se hace muy pronto con el corazón de sus feligreses. Actualmente, es párroco de tres pequeñas localidades granadinas de la zona conocida como el Marquesado del Cenete, pertenecientes a la Diócesis de Guadix-Baza. Pero la otra gran pasión de Don Joaquín, desde niño, es el arte. Siempre le han fascinado los grandes pintores del Renacimiento y del Barroco, convirtiéndose en un gran estudioso en la materia. Su casa está llena de libros que hablan de Velázquez, Zurbarán, Pacheco o Alonso Cano, sobre quienes pasa buena parte de su tiempo libre leyendo. Hace años, y como coleccionista privado, comenzó a adquirir algunas piezas artísticas con las que habla y se relaciona como si fueran parte de su propia familia: “Les hablo y ellas me hablan porque pasamos mucho tiempo juntos”, nos dice.Fue hace algún tiempo, cuando uno de sus contactos en este fabuloso y novelesco mundo de las obras de arte, le comunica que hay una familia sevillana interesada en vender un viejo cuadro del siglo XIX que ha ido pasando de generación en generación. Don Joaquín, sin pensarlo, se desplazó hasta la capital hispalense para a contemplar aquella pieza de la que le habían hablado maravillas. Sin embargo, este simpático cura granadino siempre se ha caracterizado por poseer un sexto sentido para mirar más allá de lo que está admirando y ver lo que otros no ven. Cuando empezó a observar aquel extraordinario Ecce Homo –He aquí el Hombre, en latín- sabía que bajo aquella gruesa capa de barniz se escondía algo más. Quizás, su antigüedad fuera mayor. Quizás la triplicara en siglos. Quizás quien sujetó el pincel de aquella genialidad pictórica llena de sensibilidad fuera un gran maestro de la escuela sevillana.
Una vez que Don Joaquín se hace con la obra, por su cabeza no para de rondarle de que se podría tratar de un Murillo. Y no es para nada descabellado, pues según nos explican los profesionales consultados, aún quedan muchas pinturas en colecciones privadas de Andalucía y de toda España, legadas de padres a hijos, y de las que se desconoce su autoría. A partir de aquí, Don Joaquín comienza una detectivesca labor de investigación para saber quién pudo estar detrás de ese impresionante Ecce Homo. Un arduo trabajo que le lleva hasta dos eminentes expertos de fama mundial: Enrique Pareja López, doctor en Historia, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, Granada y Cádiz, insigne miembro del Cuerpo de Facultativos de Conservadores de Museos y Director durante muchos años del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Y, por otro lado, conoce al magnífico restaurador Manuel Chiappi, por cuyo taller han pasado trabajos y encargos de todas las épocas y de los museos más famosos del mundo.
Una vez que estos dos grandes entendidos admiran la pintura que Don Joaquín les lleva, no tienen la más mínima duda de que están ante algo de un calado extraordinario. Después de dos meses de minuciosos procesos de restauración utilizando las últimas técnicas de limpieza y tratamiento, aquel Ecce Homo que podría ser del siglo XIX, resulta ser del siglo XVII. Y aquella obra desconocida resulta ser ahora una firme atribución al espléndido Bartolomé Esteban Murillo.
Se trata así pues, de la única pintura atribuida al maestro sevillano que se halla en la provincia de Granada. Por tal motivo, y por deseo expreso de su propietario, esta magnífica pieza debe ser contemplada por el público: “Aunque me pertenezca a mí, debe exponerse al público y que la cultura esté al alcance todos. Ese es el valor y la riqueza que hay que darle. El valor de lo colectivo y no el económico”. De esta forma, la inédita obra de Murillo estará expuesta sola – pues así lo merece- en una sala de la Catedral de Guadix desde el próximo 20 de diciembre y durante un año, para que pequeños y mayores puedan deleitarse con esta maravilla oculta por siglos y rescatada gracias a la divina intuición de alguien muy especial: Don Joaquín, el párroco.